La vuelta a casa

Introducción iconográfica


Tanto la llamada como la acogida al peregrino que quedan simbolizadas mediante la iconografía del Pórtico, están orientadas a que sigamos dirigiendo nuestros pasos hacia el interior del templo, donde se encuentra la realización efectiva del plan salvífico de Dios. Una vez cruzado el Pórtico, lo que nos aguarda es una inmensa catedral (1075-1211), en este caso de las que se denominan «de peregrinación», por haber organizado su estructura arquitectónica en función de su propósito, que es el de acoger a los peregrinos.

A este modelo responden otras, todas ellas situadas en puntos emblemáticos a lo largo de los diferentes caminos europeos que conducen a Santiago. Podemos citar como ejemplos San Martin de Tours, Santa Fe de Conques, o San Marcial de Limoges.

Se caracterizan principalmente por ser de grandes dimensiones, para dar cabida a gran número de peregrinos; y por estar decoradas con numerosos relieves y esculturas, con fines catequéticos, como aquí. Así pues, tanto la puerta como el interior están preparados para recibirnos.

Y es ahí dentro donde verdaderamente espera a los fieles el mismo Cristo, al que se le ha representado en el Pórtico. Allí es una representación de piedra, pero nos espera vivo en el sagrario y en la eucaristía, que junto a nosotros celebran, realmente, todos los personajes que aparecen en el Pórtico.

Es por tanto en el interior donde se realiza el encuentro real con el anticipo de la gloria verdadera y celeste, que se nos ha anunciado al llegar al umbral de aquella gloria en piedra. A ella nos remite también la propia arquitectura de la catedral, con su inmensa altura, tal como pretendieron mediante este recurso todas las catedrales góticas.
 
Comentario catequético


Hay algunos comercios en los que son auténticos artistas del envoltorio. Envuelven tan bien todo, preparan los paquetes de una manera tan bonita, tan preciosa, que casi, casi, uno se sentiría tentado a olvidarse del contenido, para centrase en el envoltorio, en sí muy interesante.

No creas que la manera de envolver no es importante. Lo es: ambienta, indica la importancia que se le quiere dar a aquello que se envuelve, si vale o no la pena, expresa la excepcionalidad o no de cada ocasión. La pericia y cuidado al hacerlos también dice mucho de quien los hace.

Ahora bien, de esto a las matrioskas (muñecas rusas) hay mucha distancia. En estas muñecas tan solo importa el envoltorio; son solo fachada, una se mete dentro de otra y así sucesivamente, sin más objetivo que la diversión, el puro pasatiempo.

Es importante saber distinguir lo importante de lo accesorio, lo que es una ayuda y lo que es necesario, lo decorativo de lo estructural. Si no, nos arriesgamos a pasar la vida tras el primer estimulo que nos llame la atención, sin sopesar y distinguir lo verdadero, lo bueno, lo bello, lo necesario. A distinguir bien ayudan la virtud de la prudencia, los buenos consejos, la formación cristiana. Todas estas cosas conviene muchísimo cultivarlas.

Casi seguro que en estos días, en Santiago, te habrás acercado ya a abrazar al apóstol Santiago; habrás colocado tu mano en la huella del árbol de Jesé, del parteluz; quizá hayas visto al botafumeiro echando incienso. Todas esas cosas son importantes, ¡claro! Sin embargo no dejan de ser envoltorio, un bello embalaje al servicio de un regalo aún más bonito: el don de trasformar tu vida (dirigiéndola en la Iglesia hacia la gloria a la que Cristo te invita, reconciliado por la penitencia, siguiendo a Jesús de cerca, en su Iglesia).

El CCE aclara:

CCE 1806: La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. El hombre cauto medita sus pasos (Pr 14,15). Sed sensatos y sobrios para daros a la oración (1 P 4,7). La prudencia es la «regla recta de la acción», escribe santo Tomás (Summa theologiae, 2-2, q. 47, a. 2, sed contra), siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación. Es llamada auriga virtutum: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.

CCE 788: Cuando fueron privados los discípulos de su presencia visible, Jesús no los dejó huérfanos (cf. Jn 14,18). Les prometió quedarse con ellos hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 28, 20), les envió su Espíritu (cf. Jn 20,22; Hch 2,33). Por eso, la comunión con Jesús se hizo en cierto modo más intensa: «Por la comunicación de su Espíritu a sus hermanos, reunidos de todos los pueblos, Cristo los constituye místicamente en su cuerpo» (LG 7).


Preguntas

1. ¿Eres de ese tipo de persona que se deja llevar de lo primero que le llama la atención? ¿O eres una persona de vida interior seria, de vida eclesial sólida?

2. ¿Te preocupas de formarte en la fe con seriedad? ¿Cómo? ¿Te ayuda alguien a distinguir, a aclararte, a concretar?

3. ¿Eres capaz de ver a Jesús vivo en la Iglesia? ¿En qué cosas concretas de la vida de la Iglesia le percibes? ¿Cómo crees que puedes incrementar esa percepción?
 
Introducción iconográfica


(Credo Niceno-constantinopolitano).

Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz.
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, vde la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros los hombres
y por nuestra salvación, bajó del cielo;
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre.
Y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre; vy de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo,
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro. Amén.
Para que resuene en tu corazón: sentido de pertenencia confiada y filial a la Iglesia, que nos conduce a Cristo.

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